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jueves, 24 de diciembre de 2009

1. ATERRIZAJE EN BANGKOK

La llegada del frío a Kathmandu acaba espantando a tod@s l@s viajer@s hacia el Sur de India y hacia el Sudeste asiático. Nosotros somos del segundo grupo y tras un par de horas de vuelo nos plantamos en Bangkok.
Al salir del aeropuerto, el calor nos abofetea y tenemos que desprendernos de los kilos de ropa que llevamos encima (por el tema de exceso de equipaje, llevamos puesta casi toda la ropa que tenemos).
Nos cuesta un buen rato encontrar alojamiento, ya que la cercanía de las vacaciones de Navidad hace que much@s europe@s se acerquen hasta aquí huyendo del invierno.
Durante todo este viaje apenas hemos visto turistas hasta que no entramos en India, pero por ahora habíamos tenido la suerte de no coincidir con los “holiday-makers” que se ven por aquí: hordas de ingleses borrachos que han perdido las camisetas, grupos de israelitas en dura competición por ver quién grita más…
Será mejor que miremos el lado positivo de la situación. La comida es excelente, económica y abundante y los puestos ambulantes de fruta salen como champiñones en cada esquina… y lo más importante, que nos reencontramos con Sandro y Kathy, pareja de ciclistas austriacos a los que conocimos en Tashkent, compartimos ciclismo extremo en Tajikistan y coincidimos en el tramo chino de la KKH. Entre tanto pedaleo surgió una gran amistad, así que esperamos ansiosos volver a verles.
Para ser un monstruo de más de 12 millones de almas, resulta agradable moverse por Bangkok. El taxi (con sus vivos colores) es económico, pero es más estimulante coger un barco y navegar por el río disfrutando de los gigantes edificios que se asientan en sus orillas.Nos acercamos hasta el palacio real, donde casi hay que darse codazos para entrar y juramos que es la última turistada que hacemos en nuestra vida. Lo mejor es el mercado que hay en los alrededores donde nos ponemos de comer hasta arriba.
El calor es increíble y hay que combatirlo como seaFlorian, amigo de Sandro y Kathy que vive en la ciudad nos enseña Chinatown y nos invita a tomar unas birras a su casa, desde donde se disfrutan de unas excelentes vistas de la metrópoli. Al final nos acabamos juntando un grupo de gente bastante peculiar, donde se lleva la palma JimLim, una “aborigen” que es pura energía y vitalidad.Dicen que Bangkok es una ciudad para ir de compras. Aunque suene patético, nos acercamos a uno de los muchos centros comerciales de la ciudad para comprar alguna cosa que necesitábamos y de paso impregnarnos del espíritu navideño que parece imposible dejar atrás. Pero como decíamos es en la calle donde reside la vide en Thailandia. Todo ocurre aquí. Y para unos ciclistas la comida es clave y aquí estamos en nuestra salsa,porque es fácil encontrar ternera, cerdo o pollo, noodles, arroz, ensaladas, refritos,pescado a la brasa, o marisquito baratoy fruta, mucha rica y variada fruta... Pero lejos de calmarnos nos encandila un restaurante japonés. Tanta modernidad la habíamos olvidado y entramos a este templo de las miniaturas Al que le gusten los huevos fritos puede hartarsey el que prefiera el marisco que sepa que es muy barato y sobretodo, muy fresco las calles son ocupadas 24 horas al día Ya comentamos que Aitor encontró a su hermano gemelo austríaco, Sandro. Ambos nacieron el mismo día y a veces son como dos gotas de agua.
A los thailandeses les gusta cuidarse y se les ve haciendo ejercicio por los parques o practicando su elasticidad...y para regar los jardines no se andan con chorradas
Con unos hilos se depilan y limpian impurezas...
Ya nos ha tocado despedirnos en varias ocasiones, y cada vez es mayor el nudo en la garganta que se nos queda al hacerlo. Sacamos la foto de rigor y prometemos un nuevo reencuentro, aunque esta vez tendrá que ser en Austria o en EH.
Aunque hay unos atascos demenciales, conseguimos salir intactos de Bangkok, y siguiendo una carretera con mucho tráfico pesado tomamos rumbo hacia la frontera de Camboya.
Son cuatro días de pedaleo continuo en los que el paisaje es monótono y la geografía plana hace que cubramos largas distancias cada día.
Lo mejor de cada día son los mercados nocturnos de los pueblos donde nos ponemos hasta las tracas de comida. Mamma mia! Ahora que vamos para la playa vamos a echar michelines!
Ha sido un aperitivo de diez días en Thailandia. Porque en menos de dos meses entraremos de nuevo al país de la sonrisa infinita por el norte. Pero antes...Camboya. Y no queremos hacer chistes fáciles.