Al salir del aeropuerto, el calor nos abofetea y tenemos que desprendernos de los kilos de ropa que llevamos encima (por el tema de exceso de equipaje, llevamos puesta casi toda la ropa que tenemos).
Nos cuesta un buen rato encontrar alojamiento, ya que la cercanía de las vacaciones de Navidad hace que much@s europe@s se acerquen hasta aquí huyendo del invierno.
Durante todo este viaje apenas hemos visto turistas hasta que no entramos en India, pero por ahora habíamos tenido la suerte de no coincidir con los “holiday-makers” que se ven por aquí: hordas de ingleses borrachos que han perdido las camisetas, grupos de israelitas en dura competición por ver quién grita más…
Será mejor que miremos el lado positivo de la situación. La comida es excelente, económica y abundante y los puestos ambulantes de fruta salen como champiñones en cada esquina… y lo más importante, que nos reencontramos con Sandro y Kathy, pareja de ciclistas austriacos a los que conocimos en Tashkent, compartimos ciclismo extremo en Tajikistan y coincidimos en el tramo chino de la KKH. Entre tanto pedaleo surgió una gran amistad, así que esperamos ansiosos volver a verles.
Para ser un monstruo de más de 12 millones de almas, resulta agradable moverse por Bangkok. El taxi (con sus vivos colores) es económico,
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A los thailandeses les gusta cuidarse y se les ve haciendo ejercicio por los parques
o practicando su elasticidad...
y para regar los jardines no se andan con chorradas
Con unos hilos se depilan y limpian impurezas...
Ya nos ha tocado despedirnos en varias ocasiones, y cada vez es mayor el nudo en la garganta que se nos queda al hacerlo. Sacamos la foto de rigor y prometemos un nuevo reencuentro, aunque esta vez tendrá que ser en Austria o en EH. .JPG)
Aunque hay unos atascos demenciales, conseguimos salir intactos de Bangkok, y siguiendo una carretera con mucho tráfico pesado tomamos rumbo hacia la frontera de Camboya.
Son cuatro días de pedaleo continuo en los que el paisaje es monótono y la geografía plana hace que cubramos largas distancias cada día.
Lo mejor de cada día son los mercados nocturnos de los pueblos donde nos ponemos hasta las tracas de comida. Mamma mia! Ahora que vamos para la playa vamos a echar michelines!
Son cuatro días de pedaleo continuo en los que el paisaje es monótono y la geografía plana hace que cubramos largas distancias cada día.
Lo mejor de cada día son los mercados nocturnos de los pueblos donde nos ponemos hasta las tracas de comida. Mamma mia! Ahora que vamos para la playa vamos a echar michelines!